La salvación de lo bello / Byung Chul Han

El exceso de positividad en el arte revela la decadencia de este.

Daniel T. Hodgson

3/15/20254 min read

Decir que una obra es bonita suena a que es bella, pero también a que es carente de negatividad. Para Chul Han, lo bello en el arte debe ser salvado. ¿Salvado de qué? De la eliminación de lo negativo. El arte actual, según el autor, deja por fuera los elementos dolorosos y destructivos de lo bello. Esa negatividad (hoy castrada) permite cierta distancia contemplativa entre la obra y el espectador. Esto aplica para pinturas, películas o libros (hasta la estética de un smartphone)… Cualquier faceta donde se tenga una intención artística.

Ahora se hace una distinción entre lo bello y lo sublime. Pero antes, nos dice Han, eran la misma cosa. Lo bello es eso que nos hace sentir sosiego o plenitud cuando, por ejemplo, leemos un libro o vemos una película. Y lo sublime (término por lo general mal usado) es algo infernal, inmenso. Nos hace sentir temor por ser más grande que nosotros. Es algo que a priori no alcanza en nuestra cabeza; será con el coqueteo mutuo entre la obra y el espectador que se encontrará, paradójicamente, belleza en ese infierno. Porque, sí, en lo sublime también hay belleza, a pesar de ser opuesto (hasta cierto punto) a lo bello.

Hoy se ha eliminado el dolor y la herida de lo bello. Cuando leo Escucha la canción del viento de Murakami y El sueño de un hombre ridículo de Dostoievski (agradezco al amigo que me lo obsequió) pienso mucho en la obra de Chul Han que aquí nos reúne. En la novela de Murakami no hay conflicto; no deja una herida en mí. No siento que esa obra me observe y diga «no estás a salvo conmigo». Caso que sí ocurre con el cuento de Dostoievski. Ese cuento, a diferencia de la novela de Murakami, (cito a Han) tiene «esa mirada de medusa que infunde miedo y terror y que hace que todo se convierta en piedra». Con el escritor ruso no estoy a salvo, siento un arrebato infernal en sus páginas, lo cual, como hemos dicho antes, es sublimidad; por ende, contiene cierta belleza.

Para Han, las obras hoy están desprovistas de mística. Mística que sólo genera lo oculto, el velo. Me recuerda a aquel proverbio de escritor: «mostrar, no contar». Pero en el caso de la falta de mística en las obras de arte va mucho más allá. Un artista que no le pone velos a su obra, para Han, es un artista de obras pornográficas. Así como en la pornografía no hay nada que quede a la imaginación, porque lo muestra todo de un tirón, en una obra de arte trasparente también se pierde lo enigmático, porque no hay misterio. Todo está ahí, presente, fácilmente accesible al espectador. Diría Chul Han, «no hay un ocultar y mostrar simultáneo». Como el Balloon Dog de Jeff Koons o el smartphone modelo «G Flex». ¿Qué ofrecen? Según Han, nada más que un Wow! No hiere, no hay negatividad.

Cuando lo bello en una obra solo es positivo, no hay dolor. Chul Han cita a Duino de Rilke, que dice: «lo bello no es más que ese comienzo de lo terrible que todavía llegamos a soportar». Así, hoy hacen falta películas como La vida es bella (La vita é bella, 1997) que nos deja esa ambivalencia de lo bello que, mezclándose con lo terrible, se vuelve algo amorfo. La vida es bella es una comedia bélica que nos regala momentos hermosos, pero también momentos destructivos donde, en algunas escenas, el corazón se convierte en un agujero negro por donde no pasa el tiempo y absorbe todo a su alrededor. Roberto Benigni (su director, escritor y protagonista) nos dice con esa película que a pesar del dolor de la narración «la vida es bella». Ahí está esa ambivalencia tan característica de lo bello. Benigni nos deja una obra bella en la versión más completa del concepto de belleza, sin castrarla de lo negativo, sin finales rosas que huyen de la herida y del dolor. Sin embargo, es una destrucción que, como dice Rilke, citado arriba, «todavía llegamos a soportar». Es decir, no nos mata. Pero, sin discusión, no somos los mismos luego de obras como esas.

La salvación de lo bello de Byung‑Chul Han es una obra interesante. Parece que es un espectador de la sociedad casi (casi) desde fuera de ella. Su estilo es bien particular. A veces cuesta seguirle el paso. No es para menos, se trata de un obra de filosofía. Para mí, la observación que Han hace sobre la crisis de lo bello en el arte es atinada. Lo bello no es solo flores y mariposas (no hay que eliminar eso), también lo sublime forma parte de ese concepto; como un pequeño barco en medio de un colosal océano, atravesando una tormenta infernal en medio de la negrura. Ese terror, ese corazón casi por explotar, también forma parte de lo bello. Es útil repensar el concepto de belleza en el arte. Y no darle al espectador lo que quiere. «El arte debe ser subversivo» leí por ahí, en X. Pienso que es verdad, debe doler. Pero ese dolor debe ser soportable. Debe dejarnos una impronta. Y evitar, así, el exceso de positividad en el arte actual.

Dejémosla ahí.